06. Septiembre, metáfora de ojos nuevos
Una lluvia inesperada y la llegada más que esperada, anhelada del mes de Septiembre. El precio de las cosas, la forma de consumir música y los cajones del cerebro.
Queridos seres,
Os escribo con el eco inesperado de una lluvia de domingo por la mañana. Aquí estamos, sin saber muy bien cómo, ya a principios de septiembre, ese mes que para muchos marca el verdadero inicio del año. Quizás sea por la influencia de nuestra época escolar, ¿no? No sé si a vosotros os pasa, pero para mí el verano suele ser un momento de hacer balance, de mirar hacia atrás en ese camino del que os hablaba la semana pasada, y de recalibrar el “navegador”. Me encanta esa metáfora del GPS (sí, para los más jóvenes, antes así se llamaba ese aparatito que nos guiaba en los viajes, como una versión antigua de Google Maps).
En Francia, llaman a esta época la rentrée, y aunque no sé bien la etimología de la palabra, me atrevo a suponer que tiene que ver con volver a entrar, con redescubrir lo familiar con ojos nuevos. ¡Ay, esos ojos nuevos! Permitidme que hoy me deje llevar por las metáforas. ¿Os imagináis poder activar una app en el móvil para encender esos ojos frescos? Le das a "on" y, de repente, vuelves a ver un lugar, una historia, o incluso a una persona conocida, como si fuera la primera vez. Qué maravilla sería. En mi poemario tengo un par de poemas sobre los ojos en blanco, una metáfora ocular diferente, esta vez relacionada con el placer, pero eso ya lo hablamos otro día.
Ayer, dando un paseo por el barrio de Gràcia un sábado por la tarde, me puse a pensar en el valor de las cosas. Me sorprendió ver los precios de algunas prendas en las tiendas locales, esas que se presentan como artesanales y hechas con “alma”. Todo era absurdamente barato. Permitidme una observación simple, pero en cuestión de moda y precios, sé de lo que hablo. ¿Nos hemos acostumbrado a que la ropa sea tan barata que cualquier precio ligeramente superior nos parezca caro? Escucho a gente decir que Zara está muy caro. Y sin querer abrir ahora el melón de la producción global de moda, me asusta pensar que ya veamos normal que la ropa cueste tan poco. Es cierto que la inflación, el precio del aceite y muchas otras cosas han subido, pero en cuanto a moda, estamos pagando la mitad de lo que realmente deberían costar las cosas. Y como diseñador de moda, eso me aterroriza. No sé si pasa lo mismo con la música, con el cine, con los coches, o las lavadoras.
Por otro lado, esta semana he redescubierto al músico británico de origen indio, Nitin Sawhney. Como os decía al principio, he hecho una especie de rentrée en su universo musical. Esto me llevó a reflexionar sobre mi relación con la música y cómo la consumimos hoy en día. Entre las listas de reproducción de Spotify y las novedades que duran solo un día, me pregunto: ¿alguien se acuerda del último disco de Beyoncé? De joven me crié en Las Vegas de la Costa Dorada, también conocido como Salou. Recuerdo que para comprar un disco a principios de los 90, cogía un autobús que en una hora me llevaba a Tarragona y ahí compraba el CD y otra hora para volver a casa y escucharlo durante todo un año sin parar. Tengo CDs de Simply Red o Madonna casi desgastados de tanto usarlos. Pero ahora, las canciones duran en nuestras vidas lo que un parpadeo. Consumimos la música, y me pregunto si no estaremos también consumiendo personas de la misma manera, como en Tinder: sí, no, sí, no, y a otra cosa mariposa.
En cuanto a mi novela, os puedo contar que sigue avanzando adecuadamente. Mi protagonista se llama Nicolau Riba y es un hombre de treinta y muchos años, originario de un pequeño pueblo de la provincia de Tarragona llamado Brugent. Lo acaban de despedir inesperadamente de su trabajo, y el texto arranca en la mañana siguiente a la noche en la que sale a "celebrar" su despido con sus amigos. Hablando de escritura, el otro día publiqué un minitexto en mis redes sociales que tuvo bastante éxito. Decía algo así como: La vida acaba siendo una cuestión de actitud, de coger lo que pasa y archivarlo en la carpeta correcta del cerebro. Suena sencillo, ¿verdad? Pero qué difícil es en realidad. Como todo en la vida, supongo que es una cuestión de ensayo y error. De practicar cada día hasta desarrollar una mayor destreza. Cuando intenté dejar de fumar (sin mucho éxito en aquel momento), un terapeuta me dijo que dejar el cigarro es como cuando un bebé aprende a caminar: se cae muchas veces, pero siempre se levanta y lo vuelve a intentar, hasta que un día camina sin problemas. Qué bonita metáfora de la vida, ¿verdad? Caerse y levantarse, una y otra vez, hasta que por fin logramos avanzar con paso firme.
Ya me contaréis en los comentarios cómo os va con esos “cajones” en el cerebro. Yo sigo practicando día a día, y confieso que muchas veces lo hago con más fallos que aciertos. Pero ahí vamos, paso a paso.
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Feliz semana, queridos míos.